miércoles, 1 de enero de 2014

Unrequited

“Sunbather” (Deathwish, 2013)


Grato, por decir lo menos, la clase de explosiva inspiración que comparte una banda como Deafheaven desde su desquiciada desolación de aturdimiento, enrollada en la más contemporánea San Francisco y decididamente adecuada en su solipsismo al mirarse tan a sí mismo que aterra la fidelidad honesta. Y grato y surreal, porque sin apenas mirar la obligatoriedad del género que le achacan representar, osa abrir ese nuevo capítulo tan oportuno en una época en que ya el respeto por aquello externo por no llamarlo bárbaro en creación ha dejado de ser requisito para la exposición artística. A veces, lo más hermoso es la desobediencia ante la notaría dictatorial de turno. A veces dejar respirar la dolencia es la única respuesta posible ante el murmullo mundanal del mundo que sabe a sus anchas poder deber cambiar para el beneficio de sigo mismo.
Amén del color de la carátula o la pinta de los músicos o si son o no son verdaderas pesadillas ambulantes del etéreo y no por ello menos hermoso género de la complejidad extrema como es el supuesto Black metal, dejar en el limbo una etiqueta para exigir más que una sola respuesta un tratado entero -y respuestas que manan por doquier-, es sentir la relación que antaño tantos jazzistas tuvieron que afrontar al abrir la brecha de un nuevo camino novedoso y por ello listo para disparar aristas de reflejo a la asustadiza y por ello cómoda audiencia sabelotoda de las mismas reglas repetidas hasta el maridaje, orilla sin posibilidad de retorno y vuelta a comenzar desde la mitad del refugio construido para no dar la mente a torcer.
La Historia, se sabe, beneficia a esa clase de bandas ¡y de qué manera! dejando la estela de rechazos tan en ridículo que tras los años quienes mueren son los otros, mientras el camino por pavimentar apela sediento a ser correspondido.

Lo primero que asombra es la canción con que inicia el caleidoscópico álbum: “Dreamhouse”. Una deliciosa figura a modo espiralada que sabe como esbozar una sonrisa por detrás del hombro para llamar la atención y sin desaparecer al instante sí saber dejar la estela del encantamiento hecho prisa y quizás por un para siempre que dura lustros; esa señal inequívoca que sabe contener una canción fuera de borda, materializada o compuesta o traída para ser un clásico de buenas a primeras, árbol ya demasiado enraízado para ser movido o pensado en atacar. Y después llega el primer intervalo de los muchos que osan cubrir el álbum: “Irresistible”, lo que no hace más que exigir al patear el castillo de arena perfecto que los tiempos viejos habían deseado según la vista del pasado osar mantener sostenido sobre sí ignorando a toda costa que la marea sube porque el cambio es nuestro. Y tras ese repentino asomo de soborno, “Sunbather” que sin previo aviso, implora como posesa por llevarse el ejemplar que cataloga a la mejor letra en banda alguna escrita en este período solar de nuestras vidas: ♫It´s 5 AM…and my heart flourishes at each passing moment. Always and forever♫ que ridiculamente recuerda a fuego encendido la frase que Helena Wanda Błażusiakówna escribió en esa pared. Mensajes eternos convocados para yacer los dos bajo la palidez de un recuerdo demasiado mariano para ser considerado digno de etiqueta “de lo que sea”. “Please remember” luce como esa interacción con lo que deja Godspeed You! Black Emperor en cuestiones morales del documento en vivo, mientras que “Vertigo” se suelta a gritar verdades sin malla de protección:♫And the forging of change makes no difference♫ sin la obligatoriedad difícil por demás de sostener en pie o contra la pared del desamparo. ¿O ventana de la posibilidad narrada? “The pecan tree” es ese huracán de buen egoísmo, esa espesura en tiempos de nuevas posibilidades de aquellas aperturas de las que lo mejor es meterse de cabeza de una vez por todas y lanzarse al estrellón del otro lado invertido, posible desolle seguro, y dejar que sea la situación álgida del uno que hable por ella misma.

A veces el mundo es tan rápido que a uno le gana la asfixia. Y después todo muere y después el consabido olvido, el polvo del que nos hablan cuando somos pequeños para alimentar los huesos de los que vendrán. A veces solamente predecir el siguiente futuro hueco para ser correspondido para un próximo reemplazo. Y a veces cuando cada nueva generación no se cansa de agotar las posibilidades extremas que un género tan caro como el Metal contemporáneo le hace bien a sus propias huestes.
“ Sometimes metal is complex, delicate, and beautiful, like a fine wristwatch” dice Doug Moore. Y vaya epifanía divertida a modo de colofón de una brecha que apenas se larga a su conquista de su misma historia….

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