sábado, 9 de mayo de 2015

Sesquac

RELIGIÓN CATÓDICA

José Alejandro Restrepo
Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. 2011. 185 pp

Ahora que se acerca la exposición de Doris Salcedo en la Guggenheim, me acordaba de Natalia Gutiérrez cuando, desde "Cruces", la nombraba a ella y a Juan Fernando Herrán, a Luis Roldán, a José Antonio Suárez, a Rodrigo Facundo y a José Alejandro Restrepo.
Me acuerdo de la penumbra y el frío al acercarme a su "Paso del Quindío" en la parte más baja del Mambo, y las imágenes, la niebla, los frailejones, ese frío tan terrible que se siente y que seguramente con el sudor de la caminata se disipa un tanto aunque no debería uno confiarse tanto. Me acuerdo de "Santoral", porque acababa de llegar a Bogotá y no tenía nada más que hacer, excepto seguir la pista a ese Salón Nacional de Artistas que estaba en algunas partes de la ciudad y hacían conferencias y charlas y visitas guiadas y en el mambo, me acuerdo que había una visita hecha por una persona famosa y a veces filmaban los de los noticieros y era como importante, como trascendental.
Después Restrepo diría que nunca supo como definir "Santoral", que se le salió de las manos. Mucha antes había dicho que era mejor un par de cosas muy bien definidas para una obra y ya, no cincuenta o setenta vainas como metiendo todo de una en una sola obra.
Cuando presentó "Job" en la Valenzuela & Klener, mi esposa tomó una foto a esa figura agonizante sobre el nido de orugas y la regañaron.
Hace dos semanas que visité a mi ex esposa todavía tenía en su pantalla de computador dicha imagen y hablamos un par de detalles de esa época, cuando todo era tan diferente.
Todo lo de "Job" está consignado en un valiosísimo libro de Bruno Mazzoldi llamado "verme dormido" que jamás pude conseguir original y que he sacado 400 veces de la Luis Ángel y que gozo enormemente leyendo aunque no entiendo mayor cosa, capto, pero no desenmaraño.
Un par de años atrás, Mazzoldi había hecho todo un año dedicado a Derrida en la Javeriana, con diferentes invitados, desde artistas hasta filósofos, de todo. Todavía guardo el plegable con la información del evento, el dibujo, por supuesto, era de Tupac Cruz.
Y escucho el susurro rasgado de la voz ya más madura de Restrepo en la Tadeo en algún congresillo de arte, sobre arte, no lo recuerdo muy bien... estaba Larosa y estaba Sol Astrid Giraldo, a quien estimo increíble desde entonces.
Restrepo mostraba una imagen que recortó de un periódico de los noventas, quizás, en el que se veía tras una redada a travestis, gamines, ladrones, artistas y vagabundos de la noche.
Tal vez la única vez que he hablado con Restrepo es al terminar ese viaje surreal en el Museo Nacional de una obra que involucraba a El Caballero de la fe, a un bailarín en patines, a un señor respirando con una escafranda, a ese señor afilando el machete, una piñata de cordero rota con las tripas por fuera. Leí a Kierkegaard. Alucinaba con esa propuesta, que después, cuando se ganó un premio importante, ¿el Luis Caballero?, repitió en la cuarta semana de la propuesta que cambiaba cada tanto, aunque no me vine a enterar sino hasta mucho tiempo después, como cuando intervino el monumento a Los Héroes.
No podría considerarme un experto en Restrepo, pero al rerevisarel libro de Natalia y descubrir sus grabados del 82, me llama la atención esa capacidad para seguir creando, para no quedarse quieto, para ahondar en sus propios resquicios y dejar dicho algo.
Doris decía que para crear tenía que tener una excusa, un propósito, muy hondo creo yo.
Lo que aprendo de ellos dos, por lo menos, es esa vigilancia constante de un proceso presentual que de tan real se magnifica en dos formas, la viva minimal por parte de ella, la diagnosticada y cruel por parte de él. El borde de la sangre, la penumbra del dolor. El escondite por el que se filtra lo ético para paliar la huella frontal. Y claro, ese humor tan especial, que deja que lo que pasó pues está ahí, como en esa suerte de cubículo que es el recuerdo.
Natalia se pregunta por lo que es el arte contemporáneo, la exigencia que a veces le solicita al espectador, al visitante, al atrapado.
Me acuerdo de Columna de arena y esa pelea boba con elmalpensante, esa revista tan boba, jaja. Porque Natalia también nombra el error de esa publicación al no saber reconocer que no está capacitada para expresarse acerca de lo contemporáneo, o de lo postcontemporáneo o de como diablos sea que se llame esa mondá al día de hoy.
Esos grabados de Restrepo de los años 80's, y después como todo eso que se ve, se vive, se respira, uno se hunde en esa obra.
Y algo que nunca entendí muy bien es que este es un catálogo, el catálogo de esa exposición comisionada por el Museo de Arte de la UN y que se llamó "Variaciones sobre el purgatorio" y cuya variación número 4 es la famosa piscina. Una video instalación. Y entonces uno llegaba al borde y se quería como tirar, como meter, con ese miedo, porque era una piscina de traqueto, las voces allá arriba o al lado o detrás, la oscuridad, era algo mágico, terrible por supuesto, pero que la voz se pusiera a rimar con el agua en movimiento, era algo increíble.
La obra se acompaña de textos de Cuauhtémoc Medina, de Andrés García La Rota, de bruno Mazzoldi y de Carlos Patiño, que escribe un ensayo más bien corto titulado "Lo irresoluble del delirio humano" en donde da cuenta de la historia universal de masacres que han ocurrido desde que se tenga memoria de documentar el dolor, la manía por convertir al diferente en fallecido, por desaparecer, por mutilar, por desgastar el sistema superficial terrestre que son tantos cadáveres que han debido de cubrir la tierra muchas veces, en una especie de descomposición purificista. "No existe sociedad sin violencia" es que dice. Y suena cruel, y el proceso de paz, y la apuesta de Santos y Petro el primer presidente elegido del posconflicto. Pero es cierto. Entonces viene algo que me llama la atención y para lo que tendremos que invitar a Ileana Diéguez y es el duelo, y después es el perdón y como si nada hubiese pasado, como Sebald lo cuenta en "Sobre la historia natural de la destrucción", porque para pasar por tantas cosas se necesita saber dejar atrás y no sé muy bien la condición filosófica del perdón, del olvido.
Lo chévre es que así como Napalm Death, así como Sick Of It All que dicen que la función política es ser en la banda, así Doris, así José Alejandro no se ocupan de otra cosa sino del arte, y quizás por eso hacen todo lo que hacen o les alcanza para hacer todo eso que hacen. Porque no asumen más papeles indebidos, ellos hacen l oque hacen, y les va bien.
Creo que a veces la percepción en Colombia de eso cultural es tenebroso, delicado, por lo incomprensible. Las críticas a GGM por no llevar el acueducto a Aracataca, como si todo artista por culpa se metiera a político porque el arte no sirve acaso para un sieso. Y vuelvo a pensar en Natalia, en lo que significa el arte hoy en día, y recuerdo "Transpolítico" y todo eso que fue una historia muy reciente de la crueldad colombiana, esa imagen de los santos versus los cuerpos desgonzados por la violencia en la época de la Violencia, ese "matar, rematar y contramatar", ese miedo que da el ser, esa vocación por el perdón, esa tipología que lleva inmersa la misma desazón para los que nacen en esta tierra decapitada

1 comentario:

Horgen M'Intosh dijo...

Escrito para El Independiente