miércoles, 22 de julio de 2015

Rockin' in the Free World

LOS HOMBRES INVISIBLES

Mario Mendoza
Planeta. Abril de 2007. Bogotá. 303 pp

 Novela de perpetuo mestizaje. De un torrencial anhelo de fuga. De una perversa huida del centro nuclear del sí mismo para alcanzar una nueva clase de libertad que, significativamente, podría ser el lazo del lodo del futuro.
Una mirada en clave contemporánea al deseo de fractura de los genios emancipados del s XIX que, Gauguin a la cabeza, ni estaban tan seguros de todo lo que hicieron y sí muchas veces el engaño fue vital para enterarse de que luchar por aquello que se lucha y no se sabe si se desea es más crudo y difícil que el simple imaginario roto de una sociedad en permanente estado de crisis
El personaje que nos corresponde ahora es un actor de teatro llamado Gerardo Montenegro, en proceso de separación con su esposa por negarse a tener una familia, con un padre en aguarde de la senilidad que fallece de cáncer medular y con una madre bipolar que muere de un ataque al corazón mientras recibe tratamiento en una clínica de reposo.
No parece decirle la vida que la única manera de escapar es el escape inmediato de una ciudad que lo atosiga, lo asfixia, lo vence, lo deprime, lo abandona, lo retuerce, lo cuece, se lo come.
"Hay zonas donde nadie nos alcanza, territorios que están esperando por nosotros"
Una huida a causa de una falta emperatriz de estima empática.
Desde una posición biográfica, la muerte de los progenitores, invitaba a sentarse junto al otro fantasma del escritor que yacía en algún punto eterno en aquel presente que fue niño en "Relato de un asesino" a huérfano en esta novela.
¿Escapar sería el llamado o la forma miserable de enterrarse para no caer en el destino genético al cual estaba indicado para sufrir?
¿La manifestación de osadía era entonces aceptando aquello a lo que el destino estaba condenándolo a asumir, huir?
¿Qué tanto le afecta(rá) a usted la muerte de sus papás?
"Hay personas que llegan al final de una determinada manera de vivir, agotan sus reservas, dan un giro que nadie sospechaba y vuelven a empezar como si acabaran de nacer y los esperara toda una vida por delante"
La segunda parte es lo que llamo el sentido de pertenencia de la identidad.
La novela sigue su curso.
Montenegro ha hecho contacto con el mediocre profesor Castelblanco que ejerce de contacto para indicarle cuál ha de ser ese destino al que la búsqueda que es la vida lo va a empujar para considerarse pleno.
Montenegro, el profesor recluído en una clínica psiquíatrica, amparado bajo toneladas de maetrial de primera mano que lo deshace en coordenadas inefables para los demás, es el último ser vivo que necesita Montenegro para iniciar su aventura.
Todo su pasado. Toda su ciudad. Todo lo que fue suyo, ya no es. Ya no está.
Es esa intuición de la ausencia de escape, al ser siempre uno con sigo mismo, más la apatía versus la academia que influye en la manera en que se componen esos capítulos de sustento teórico para acometer después la salida con una fuerza de demás?
Son las clases con los buenos profes los que permanecen con uno el resto de un trozo de existencia los que moldean la salida del canon social?
Esa la desacralización el resultado del desvío de la magia que hiperracionaliza y no deja ver el sentido de un camino existencial apagado por la contravía de la vida misma, la correcta?
Al matar a dios y dejarse libre por un segundo el suspiro de la humanidad acabó por crear la gran escala mundial de muerte y horrible o simplemente fue la forma en que el dios de turno decidió apostar sus dados a reducir un rasgo más en la similitud frente al cadáver que crece como el virus que es?
Hago un paréntesis para recordarme que las tribus nómadas de recicladores siguen ahí.
¿Cómo podría un reclicador contarnos su novela?
¿Qué empatía podría salvarse desde ahí en la penumbra y el bazuco?
¿Cuál será la barrera que desde la obra no quiere cruzar?
La siguiente inquietud tiene que ver con la humanidad académica. Con la solidez de la relación maestro//alumno que más bien podría traducirse en Padre//Hijo.
Esa búsqueda de Castelblanco por su alumno que no tiene nada que perder y se suelta al acecho del encuentro con la tribu.
¿Qué puede llevar la falta de amor en una sociedad?
Y al mismo tiempo, ¿a dónde puede conducir el amor mal enfocado a alguien dentro de una sociedad?
¿Son tan culpables los cuerpos bien formados como los mal nacidos?
¿Y cómo explicar que entre gustos no hay disgustos?
Al final de todo, desde el centro mismo de cada quien es desde donde mejor se ve el horizonte en llamas de la expectativa con ganas de alumbrar(se).
La otra parte, la del escape en sí, es más graciosa aún, porque el autor se permite toda la algarabia que quiera. Es, finalmente, la acción la que le queda bien, narrando el alcnace que tiene el fondo de cada uno de sus personajes.
"¿Quién eres? ¿Hacia dónde me conduces? ¿Qué destino me tienes reservado?"
 Que bien puede aplicarse a cualquiera que nazca bajo la maldición de nacer en Colombia: el estado contra los maestros, los maestros contra la fuerza pública, la fuerza pública contra todo lo que sea marginal, la guerrilla contra los polis, la naturaleza contra la guerrilla, la guerrilla contra los pueblos negros, los paras contra los pueblos indígenas.
Y Buenaventura, ahí. Con esa casa de tortura oficial. Los muertos atados hasta el cruce con alambre de púas. Nuestra permanente tortura de los cien cortes.
Nuestra increíble forma de imitar los campos de concentración, los hornos crematorios.
Tehura, la mujer leprosa que atiende al actor y quién inevitablemente se conjuga en esa forma estúpida de relación llamada 'amor' es esa alemana de "la ciudad de los umbrales" a la que permanentemente le lame los muñones que tiene por dedos.
La marginalidad por doquier.
La escapada de todo lo normativo.
La soledad como forma de obtener la búsqueda de respuestas.
¿Pero es el escape la última solución?
¿Will Forte en esa serie de TV?
¿Esa escena del escape al amanecer en WWZ?
En Mendoza la sensación del escape es teórica. Y dentro de su escritura, el juego es la acción. El dolor está en el centro del fondo de cada precipicio al que le fascina asomarse. Así sea tantas veces a la vez.
De tal desadaptación y dejar como herencia a nuestros hijos los mismos problemas que heredamos de nuestros padres, y esa estupidez de la esperanza, y el abismo al que vamos, desde siempre estamos yendo hasta un fondo crucial y aguardando la manera de mantenernos despiertos, diferentes al común, la masa, todo eso. Y Zizek proponiendo esa nueva utopía. Y pensaba, no hacem ucho, en una forma de vida sin petróleo, allende el veganismo, y me quedaba ahí.
También es ese bello homenaje a "la vorágine", ¿y en cuántas encarnaciones vamos?
¿Me sigo quejando?
La fractura múltiple que es la novela, deja dos emociones constantes... la primera es el cambio... eso tan natural; la segunda es el silencio, eso tan incomprendido.
Un tercer punto, que parte de una frase de Muhammad Ali es "los otros", "los demás", ese constipado "nosotros" que se cree rebaño y se cree que es rebaño sano, pero egoísta por doquier y en tantísimos sentidos que lo mejor es abrir el ojóculo para una tesis a partir del silencio, y el desafío de desaparecer el uno.
¿Podría ser dicha la causa de tanto secuestro en Colombia?
"No tenía vínculos hacia atrás ni hacia adelante, era artífice por completo de mi presente"
Montenegro estaba tan enamorado que su peligro era eso mismo. El desafiarse a sí mismo para alcanzar la manada, pero en los otros.
Como sanarse para después sanar.
O como huir para después acercarse a la llama, pero distante.
Eso es la novela. "Una crónica de una fuga" para hallarse a sí mismo bajo un poder desconocido, y vigilante ante esa sombra que sin motivo de sospecha, yace junto a un nostors tras un telar de hierba cuyo silente estado ahonda todavía más lejos en el tenaz complique que es la percepción neutral de pretender ser un humano.

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