sábado, 22 de agosto de 2015

Impaled Vibration

PARADOXIA
Diario de una depredadora

Lydia Lunch
Editorial Melusina. 2008. 191 pp

Lydia se presentó el año pasado en la Gilberto Alzate, un viernes, si mal no estoy, en un apoteósico concierto envuelto en fuego y licor crudo que emanaba su aliento hasta cubrir, por completo, la sala de no tan pequeñas proporciones.
No fue un lleno total, tampoco.
Al día siguiente, Lydia presentaba "Paradoxia" en forma 'hablada', cuya única compañía era un sofá y quizás una mesita para una botella de vino, si es que ya no me acuerdo de los detalles.
La entrada era gratuita y no había gente.

Me acuerdo de la sensación que dejaron Las Ultrasónicas en la primera línea de compañíaaquella vez de ¡¡¡Socorro!!! y trataba de pensar en las condiciones para sostener la vista a Lydia, ya a esa edad que carga.
Olvido por completo las fotos profesionales de las fiestas privadas que alguien colgó en alguna página, y tras repasar la nostálgica proclama de Agnostic Front por lo que fue NYC, no solamente recuerdo esa foto de David al frente de lo que actualmente es lo que fue el CBGB, sino que indago, en asfixias ajenas, lo que era esa Bogotá recorrida a pie desde finales de los 70's sin salir nunca del centro, como si de un hombre maduro con un pacto encima se tratase la vuelta.
Y antes de entrar a repasar lo leído, regreso a la imagen de los baños del Teatro Faenza, y a esa luz y a ese olor que se restregaba desde una considerable distancia, manteniendo la sólida fe en su propia historia.

El deseo sexual seguirá siendo el mismo mientras se haya humanos. Los nombres, sospecho, tendrán cambios a lo largo y ancho de las sucesivas generaciones, y en la cantidad ingente de subtítulos, podría radicar una fuente de ambigua confusión en quienes dictan la acción desde la cómoda distancia, o más aún.. en quienes ni siquiera atentan con ver desde la ventana a la golosa vecina que gusta de jugar con las luces mientras lo hace con dos o tres o a veces cuatro compañeros de turno en situaciones que no son tan descabelladas de hallar en la red.

Es tanto el sexo, que lo mejor es leer la poesía.

Y si Lydia gusta de chorrear a su acompañante de turno, escupirlo y mandarlo y sodomizarlo y maniatarlo y jalarle las bolas y chuparlo hasta morderlo después de la eyaculación, el punto neutro de la acción reside en la intimidad que se cuenta de una forma tan descabellada y natural y luminosa, que se agradece por no estar con su hermoso y gigante culo blanco encima de la cara.
Ella misma se pregunta por la forma en que no agarró alguna de las tantas enfermedades sexuales.
Y según aquello que se cree, se piensa, se practica.... insisto, el valor del libro es la sobrevivencia y el excesivo aliento poético que envía a recordar a una fuerza femenina en Bukowski y la cantidad de luces de bares que ha de haber en la literatura gringa, así como el bizarro aspecto científico, pulsar y fisiológico y místico de un Burroughs, amén de la cantidad inmarcesible de autores que jamás leeré que se encargan de traducir el aspecto más biológico por no decir horrible de la vida tan cercana al borde de la vida.

Ya que todos son culpables, la historia se cuenta desde que escapa, adolescente, de casa, hasta que vuelve a volver a los 33 años, cuando cree, o dice que ha de creerse que ha de tomarse un descanso.
¿Biografía? ¿Una autoselección de la literatura del yo? ¿Importa todo eso?
Nueva York me permitía el lujo del anonimato. El patio de recreo del diablo."
Y justo, coincidencia que viene y se va y cala como ha de vivirse el tiempo, acababa de cerrar "El patio del diablo", de Nan Goldin, otra sobreviviente, y al repasar esas exquisitas fotografías de las parejas de amigos, familiares, amantes teniendo encuentros que implican, por lo que se siente, amor, ayudaban, al acercar la vista, a la recreación marchita de la destartalada osadía que implicaba el entrar a un cuarto de los descritos por Lydia, como cuando ese man en Amsterdam hunde su pene en la orina todavía caliente de ella, justo junto a la cama porque no había baño, para después pasar a empezar a hacerlo de la forma ebria en que estaban.

"Notaba cómo las pupilas se me dilataban hasta hacerme daño. Mi percepción estaba completamente distorsionada. El taxi era ahora un cálido vientre materno bañado en melaza, anegado en tonos dorados, ocre, ámbar, siena tostado. Las luces de las farolas aparecían, amenazadoras, como lunas derritiéndose. El rojo de los semáforos parecía incendiar nuevos planetas."

"Yo no «dormía» con nadie (..) No quería saber con quién había estado ni qué había hecho. No quería que nada de aquello languideciera en la memoria por más tiempo del que se tarda en eliminarlo en una ducha. Quería olvidarlo todo lo más pronto posible, excepto la pasajera satisfacción que solamente el sexo anónimo con un perfecto desconocido podía proporcionarme"

Vagamente recuerdo el aburrimiento al leer la historia sexual de Catherine Millet, y recuerdo que algún crítico decía que eso era lo que ocurría al leer sobre lo estrictamente sexual: una fantasía atrapada en una columna estadística.
@Prceee acaba de confesar, vía tüiter, que se masturbó tres veces viendo algún vídio de Virgo Peridot.
Desde los adolescentes que se masturban al frente del edificio mientras Lydia se fornica a un muchachito de 14 años hasta los viejecitos que se topa en ese bar al que la lleva ese taxista que después la folla hasta el tormento y que no tienen otra opción que masturbarse al regresar a casa colmados del absurdo mineral de una borrachera que les calma la amplitud constante de vivir cada vez menos hasta que la muerte los alcance.
Y no. No me aburrí leyendo a Lydia.
Y sí. Me preguntaba por sus demás libros, y si hay historias de música y cómo conocío a la gente adecuada y sus bandas y los músicos, porque aquí apenas hay un atisbo de la crudeza que fue la escena Free a finales de los 70's.
Pero supongo que tendré que aguantar la espera y ponerme en esas desde alguna situación de insaciable curaduría por sentir lo que propone la música.

@NeedDrugAndLove confiesa, desde tüiter, que utiliza a la gente únicamente con fines sexuales, y qué.
Cuando el Procurador ha solicitado mermar las excesivas muestras de afecto y cariño en los colegios, mientras los niños indígenas de la Guajira mueren de sed, como los chigüiros en los Llanos, como los Flamencos que ya no van a la Guajira porque el esposo de una política cercó el río que alimentaba el lago donde se la pasaban en su migración.

¿Por qué me encanta sentir el ardor del pálpito de una orina concentrada en mi barba, antes que sentir la delicadeza de un beso ajeno?
¿Por qué la única persona que supo besarme tanto me dejaba tantas marcas de sus dientes en mi pecho?
¿Por qué mi actualidad desde siempre evitaba a toda costa a mujeres como Lydia y ahora me metí con esa chinita que apenas está en la U y me deja la vida echa un desorden cuando sale a eso de las cinco de la tarde y me pone a susurrar sus nombres en algún papel escrito a mano?

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