sábado, 17 de septiembre de 2016

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ANGELITOS EMPANTANADOS O HISTORIAS PARA JOVENCITOS

Andrés Caicedo
Editorial La Oveja Negra. Bogotá. 1988. páginas 135 a 208

He aquí esa muestra que deja ese sabor ácido en la boca, toda chupada, con ganas terribles de seguir saboreando, no importa el tiempo, el rencor que guardan los dolores, el cuerpo mismo, no tan ajeno a todo ese magma aunque tan silente, no acomplejado, pero si aconsejado desde la tablilla mundial de un espejo de transparencia ocasional, lo oigo todo, no para de crecer, el vientecillo que queda cuando ya nadie queda en pie para recordar el cuento que todos nosotros vivimos, llegar pandito, escuchar, ausentarse, luego volver, ya no hay nadie, era posible, ya la vida nunca debería volver a ser la misma, ya la de ayer no podría ser la del futuro de mañana, esa vagancia desconsiderada, ese arrullo que únicamente se lo permite la arrogancia, no arrepentirse, ya no es demasiado pronto para enderezar ese 'por vía recta', embarrado, el caos, algodonado, después supe que ya te moriste amor mío, ya había tirado a la basura cada una de tus viejas cartas, la rabia, vós ya sabés, un amor verdadero jamás debería cometer el deicidio de terminar en matrimonio, defendamos la contranatura de la legión familiar donde el papá es el que manda y la mujer obedece proque pobreciticas, la vi caminando despacio, ya cascada por la vida, y con una belleza vaya a saber escondida en donde, no te gurdo rencor, espero que te vayas bien, gracias por los bueno deseos, usted entró en mi vida para siempre, usted chupó fue mi alma con verraquera y codicia, no me interesa dormir en el piso con tal de no dormir a su lado, ¡jamás!, la ventura de encerrarse en la vida desconocida de una persona nueva en la vida de cada cual, ese sonido al despertar, ese silencio que se puede oír circa las 11 de la mañana con los pájaros a todo taco en ese árbol donde sembraron hará años un cóctel de cangrejos, los que murieron antes de ser echados a hervir, vivos, pero ya muertos, cansinos ante el drama de verse al fondo del caballero del túnel, la noche, la vida misma, la misma vida, la mismidad, la sombra, el diluvio, el querido secreto, nadie gana, todos pierden, caminando con el rabo entre las piernas, como si se tuviese la voluntad de arrancar nuevamente ya cuando todo está destinado a ser de aquella otra vez, tan lejos, más cerca, el invaluable prestigio de la desazón, sin respuesta, nunca, así, ya

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