sábado, 10 de septiembre de 2016

La Répétition (OST)

CALICALABOZO

Andrés Caicedo
Editorial La Oveja Negra. Bogotá. 1988. Hasta la página 132

Esa mensajería de recuerdos, de cada ciudad que se va leyendo, cerrando, para continuar; esas maletas que no se saben cargadas porque ni pesan, pero cuando se necesitan, justo en la temporada alta, ahí están, en el desfile de la misma vida; como sin años, como si no fuesen necesarias las pausas del tiempo, esas esquinas que a cada tanto dan cuenta del cobro por envejecimiento, mientras la quietud de la obra viva marcha por un camino tan alejado a nuestras células, tan nuevo casi siempre, brillando, sin respirar apenas

Antes de que se me olvide, dejaré anotado dos cosas. La primera es la provocación en ese manifiesto del final de la novela publicada. La risa que deja en ello. Lo segundo, es la presunción de capas en torno a una temática imaginada. Por supuesto, bajo el juego del qué hubiese sido de. Y el deseo por imaginarlo siempre al pie de la cuesta, sin bajar al pueblo más que a abastecerse

La acumulación de autoflagelación caníbal que desde "Infección" o "Vacío" va dejando el hilo tejiendo; solo.. tanto asunto que tras la posteridad se va advirtiendo como la megalomaía por la hiperviolencia del ego... la sensación raquítica por poder ser, pero solo, el primero

Como un barrido gaseoso, siempre la costumbre de sentarse apenas en el despegue, la noche y el vuelo tan alto, tan lejos, aunque ahí no más, a la velocidad al clima

Su producción como escritor se fue volviendo cada vez más compulsiva

Y regreso, quiero pensar en ese "Patricialinda" que comienza con uno de los asesinos de Gaitán y termina con un marica llorando por una mujer que no le para bolas

La generación millenial, la más preparada jamás para afrontar el mundo desde la radicalización teórica; tanta buena alimentación que va mejorando la raza hasta recuperar el ímpetu ganador; cada vez mejores resultados en las pruebas, las que sea que sean, y Clint Eastwood diciendo que la gente ahora es más güevona porque es más consentida que nunca

¿Pero no es preferible votar el plebiscito y después, como si no importase nada, visitar a la persona de turno y follar hasta que alcance la caja de condones y luego de despedirse estudiar para afrontar la vida, la teórica, la maldita?

Ni siquiera Ospina, ni siquiera el mismísimo Romero Rey fueron capaces de destapar la verdad, y claro, 1983, 1984... no eran ellos los encargados de explicar a Caicedo Estela, de darlo a conocer sí, muy bien, gracias... pero se imaginan hacerle caso a ese par de jóvenes treintañeros y dejar por sentado que el autor caleño es "para jovencitos"?

Me acuerdo bárbaramente de la perdición de los fans de la UV en 1996, cuando pasé por allá y cate que no me acostumbré al calor indómito de una ciudad plegada en su propio borde infernal al precipicio de ternura y asco... O la coprolagia de los profesores de literatura por aprehenderlo, cuando faltaban tantísimos años para pasar de los cuarentas y bien entrada en la génesis del examen prostático, darse cuenta de que ni siquiera se ha podido llegar a la tribvna que narra éste man

Razón tiene la fuerza con que no se ha explotado del todo... ¿comparable a Bolaño, digamos?

No, no exagero.....

Caicedo Estela cubre un manto precioso en la vida no estatal de muchos de nosotros; más allá, y vuelvo como sin querer, a la clave particular del manifiesto de María del Carmen, a esa clave en el encierro de ese cuarto que pagan sus papás qué es casi como lo de responder al cuarto propio desde un terruño tropical, libidinoso, procaz, voluptuoso, estrecho, increíblemente ajeno, total

¿Pero cómo entender cuando se tiene la edad del autor? ¿O la de los protagonistas?

El umbral que se abre, que se va abriendo, que si uno es lo suficientemente sabio de saber caminar, eso es... bajo la clave de tanto drama neomarica, de las crisis estúpidas de una adolescencia que si bien pasa, deja a la vida a disposición de hacer lo que ha de hacerse, con la valentía de un espacio que, y he ahí la clave, ha de ocuparse antes que nada con la diéresis de la obligación palpable de mantener el vivo canto de una sociedad que también nos acoge y nos pensiona(rá)

La palpitante valentía de renunciar a todo eso, por un no saber qué apuesta terminará cantando el porvenir

No es otra sintonía que el mantenimiento catártico que una relectura de pausas permite considerar

¿Lo harías tú?

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