sábado, 24 de diciembre de 2016

numerales 2, 3, 4 y 6 del literal a) del artículo 62 del Código Sustantivo del Trabajo, modificado por el artículo 7 del Decreto 2351 de 1965, así como en concordancia con el incumplimiento de lo previsto en los artículos 55 y 56, y los numerales 1º, 2º y 5º del artículo 58 del mismo Código, así como las siguientes normas del Reglamento Interno de Trabajo de la Universidad: el literal b) del artículo 50, el literal d) del artículo 38, el numeral 25º del artículo 42, los numerales 3º y 7º del artículo 44 y el numeral 24º del artículo 48º, y lo previsto en el Estatuto Profesoral vigente en sus literales c) y e) del Capítulo I, en los numerales 1º y 6º del literal b) del Capítulo II y el literal a) del Capítulo IX

PASAJES DE FERNANDO GONZÁLEZ

Compendio y comentarios de Carolina Sanín

Lumen. Bogotá D.C. Agosto de 2015. 330 pp

A veces uno no se da cuenta de que cada quien sigue su plan lector

Al Maestro González lo conocí por algún MD de febrero o marzo del 94, yo acababa de llegar a Tunja y como cualquier inicio, creía muchas cosas que pasados los meses no fueron
Lo que tengo muy presente es ller "Viaje a pie" y algo que ahora no entiendo es que una vez, en lo que sería llamado el cuarto del servicio de la casa habitacional donde vivía, el cuarto que quedaba detrás de la cocina y junto a un pequeño pero coqueto patio interno que tenía la casa escalonada, un cuarto donde uno de los hermanos Torres se metía con su novia de entonces, una muchacha de rostro divino y todavía en el colegio, el mayor de nosotros debería tener a lo sumo 19 años, y un cuarto que eventualmente servía como hospedaje a inesperados compañeros de embriaguez sempiterna, de convulsiones alcoholizadas que no se entendían muy bien en aquella edad pero que pasados los treintas facturaba ¡y duro! en pleno hígado propio, un cuarto, en ese cuarto, una sola vez, esculcando, hallé una caja con libros de alguien de la casa, tal vez, ahora que lo pienso, el abuelo que había muerto allí mismo y se decía, y soy testigo, asustaba, se aparecía, merodeaba, cantaba, recorría ciertos lugares de la casa; y entre aquella colección antigua, empolvada, vieja, estaban algunos títulos del maestro González de la ¿extinta? editorial Bedout, de hojas amarillas, apergaminadas, duras, pesadas, idoneas para un tardío adolescente de piedra que se la pasaba leyendo mientras el resto de la comuna fornicaba contra lo que fuese que hubiese en cuestión a disposición. Y pasado el tiempo, uno es muy irresponsable como adolescente, acompañado por alguna de las hermanas Torres, dejaba tal cual lo había encontrado la colección que había devorado y eventualmente anotado en el cuaderno que llevaba a modo de diario por aquel entonces, y me despedía de ella no más y salía de la ciudad que me había acogido con tanto cariño por unos meses y ahora, ya cuarentón y viejo y solitario, me digo que fui a Tunja a ller al maestro González y no más y a folllar con es muchacha de ojos verdes de apellido Torres y algo que es más grande, algo que habré de llamar la vida, quizás, me llevaría por otros derroteros y no volvería a toparme con Fernando sino hasta cuando la Editorial de alguna universidad paisa regresó a reeditar en formatos hermosísimos y bastante útiles el grueso de la producción del de Envigado y por charlas de las que usualmente doy me enteraba al recibirlos en préstamo y medio tratar de congujar otra vez un cierto pasaje que creía había quedado muy atrás en alguna época de lo que ya pasé
Y confieso, de una vez, así estallen contra mí lo agites que desde el pronunciamiento machistahabré de escribir, compré el libro más por Carolina y el afán de completar cierto paraíso editorial de quien considero, en mi privacidad, la escritora más auténtica de cuántas haya -y me importa un carajo que tenga que decir si hombres o mujeres o lo qué sea, para mí es escribir bien y no me interesa nada más de quien firma- y digna representante de una generación que se creyó deslumbradora pero que quedó atrapada en el letargo, y justo ahora, a pocos días de que inicie la era Trump, y le envíe mensajes a Israel de que ya casi llega el veinte de enero y vaya a saber qué diablos pasará a la Historia, voy revisando, prólogo a prólogo, poema a poema, la obra de Whitman, tanto en la edición de Editorial Novaro como la de Galaxia Gutenberg -La Anagrama de mis veintes, el Acantilado de mis treintas, la Galaxia Gutenberg de mis cuarentas- a lo que le añado, por los laditos, cada uno de los fragmentos que Carolina decidió anexar a su obra de compilación convulsiva
Y creo que, al haber comprado el libro por Carolina y no por el Maestro, se me dificultó entrar a la obra de él y por ello opté por leerla despacio, porque no quería pasar así como así, tal vez sea la última oportunidad que vaya a tener de tenerla al frente, mientras que a Carolina la seguiré leyendo y repasando y anotando al margen y corrigiendo
La manera apropiada de estudiarlo parece ser la de seguir la lectura como un camino de profusas ramificaciones: leerlo sin aspirar a explicarlo, y luego tratar de ver qué dirección tomó uno dentro de su escritura
Y también pienso, ahora que Carolina puso una foto suya
 en que uno como joven es muy güevón, esa foto esta fetchada circa 1995, osea que yo ya había emigrado, y al ver ese rostro de ella, tan juiciosa, sabe que si se sale un centímetro de la línea al doctorado no será nadie en la vida, me acuerdo de otdo lo irresponsable que fui al renunciar a seguir ese camino, a no corregir, a dejar que la gente se equivoque, en Tunja conocí a un campesino de Tasco, Tunja está a 2800 msnm y Tasco a 2500, y dele con su haiga y haiga y haiga, y Carolina alguna vez puso en FB que el correcto uso del lenguaje corresponde, según recuerdo y cualquier equivocación por favor cárguenla a mi cuenta y la pago a la salida, a un correcto uso de lo que podría denominarse civilidad; pero yo descreo de toda esa inmunda mierda, porque alguien que dice haiga puede ser más correcto de un hideputa javeriano postgraduado que asesina vilmente a una menor de edad con unos enjambres de hermanos superdesarrollados pero igual de ladrones y bastardos y que se pudran en la sombra de sus consciencias. Y mientras Carolina iba lanza en ristre a obtener su juramentado juicio yo me desprendia de la academia y empezaba a errar, cosa que, por ejemplo, ella fue profesora de los andes y yo fui salvavidas de un prestigioso club de una ciudad cuyo nombre olvido, y ahora que vivo del cuentagota y no tengo empleo fijo ni nada que se parezca y ella está temproalmente desempleada, volvemos a estar a la par, pero pronto ella conseguirá un muy buen puesto y seguirá facebukenado y la leeremos y ella, lo vuelvo a decir, será nuestra digna representante como escritora y profesora y que sí es capaz de mostrarse en público y no es alguien oculto como yo. Y decía que uno como joven es muy güevón, pero güevón güevón, por no decir imbécil, y cuando leo que ella dice, González parte del desacato a la convención literaria. La primera convención que rechaza es la del género. Sus libros no son novelas, ni ensayos, ni memorias, ni comentarios históricos, ni profecías, ni diarios, ni crónicas, ni transcripciones de apuntes sueltos, y solo en apariencia son una mezcla de todo lo anterior, porque uno estaba, entonces, pendiente de la etiqueta, aunque la intuición ya acechaba drásticamente sobre todo aquello que se percibía como indulgente escritura. Y cuando nombra que de cierta forma le recuerda a Vallejo, yo debo nombrar que me recordó a René Segura y que más allá me recordó a Chaparro Madiedo y a Caicedo Estela, y trataba de adelantar más nombres porque debe haber una cantidad de desconocidos que están sobresaturados de misticismo y el desorden que tienen al escribir les hace creer que no son los novelistas de mostrar en festivales tralalá y mariconerias varias del consentimiento ya tan tardoenergético, pro más premios nobel que vengan a cagarse a Cartagena. Y creo que la mejor frase que Carolina dice sobre él es Fernando González no es un personaje importante en la literatura o en la historia de Colombia a él le bastó ser quién fue. Leer de la profesora un halago mayestático como Los textos del libro no se reúnen en torno a un hilo temático ni parecen precipitarse en dirección alguna, a eso me refiero todo el tiempo, a que la academia siempre está rezagada, es la encargada de ordenar, de clasificar, de todo eso que una vez vuelto bolo alimenticio desde las universidades optan por llamar Mierda, y claro que me acuerdo de cris cuando argumenta que la importancia de la vida académica es el diálogo, ella lo dice asustada, en pleno convencimiento de que el mundo se les vino encima a todos los latinos en la era Trump y no dejo de pensar en la importancia de estudiar, de ser alguien en la vida, del valor de educa, de tener un título que, finalmente, lleve al autosostenimiento en un vil pozo séptico tardíocapitalista y sin neutralidad posible
Al final, es decir, en ciento cincuenta años, los putos académicos de universidades privadas estarán dando cursitos on line de destacados creadores que vagaron por la penumbra de la década 2010-2020 a duras penas masticando un poco más que un pan con mermelada y sin queso como diario vivir
¡El estudio, jóvenes, no es para todo el mundo!
Ojalá tengan una buena familia y produzcan algo que les de valor social

PD:

¿Será la despreciable costumbre burguesa de usar facebook el ralentizaje equiparable a "Otraparte" para Carolina y desde los mensajitos y las respuestas y soecedades esperar a que nos eduque, nos ilumine el camino? ¿Todavía se necesitarán maestras en estas épocas de mucho ruido a causa de la ruina?
Lo que también pensé y aprovecho para anotarlo antes de que se me vuelva a olvidar, es, ¿qué clase de obra tendría que hacer Carolina, fuera del performance, para levantar polémica semilar?  ¿Se puede convocar al agite desde la palabra escrita con firma y edición y exhibición en la Lerner?
Y finalmente.... Cuando Carolina ya esté más cucha y sabia y así siga alegando por tantas cosas con valor o con sustancia, ¿quiénes se acercarán a recibir de ella la fractura de la herencia de lo que queda por convertir al vino en vino?

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